Desde 1644 se organizan de manera sistemática las comunicaciones entre España y sus provincias de ultramar y salían de Cádiz anualmente, dos grandes expediciones: La Flota de Nueva España, compuesta de barcos de propiedad particular, cargados de mercancías que se enviaban a Indias, protegidos por grandes embarcaciones de guerra llamadas galeones, al mando de un almirante.
La esperanza que se depositaba en la flota que partía, y la ansiedad con la que se esperaba su llegada, fueron las circunstancias en las que se desarrolló la devoción popular de los hombres del mar hacia la Virgen del Rosario y que promovió el embarque de la Galeona a bordo de la nave capitana de la flota de galeones.
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